«Tengo ganas de hacer un poco de teoría del videojuego» me dije el otro día, y así también lo hice saber en la correspondencia que intercambia diariamente el colectivo que tan a menudo han visto firmar en las últimas semanas como «Mondo Píxel Smash Bros.». Abrimos el Moët & Chandon y celebramos el futuro trabajo bien hecho (dramatización). Llegó más tarde el momento de sentarse, coger la máquina de escribir y empezar a ejercer una presión sobrenatural en cada una de las teclas para conseguir estampar las letras que configurarían el texto, solo que no había texto en mi cabeza, ni letras que lo conformaran.
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