Puzzlejuice
Asher Vollmer, Greg Wohlwend, Jimmy Hinson
iOS
Es habitual leer en encendidos comentarios a lo largo y ancho de la Red el tópico de que los críticos de videojuegos escriben mucho y juegan poco. Que se han pasado al lado oscuro y prestan la misma atención al quién hace qué, quién lo publica y qué se ha dicho que a las mecánicas y las impresiones que aporta un videojuego, cuando no se dedican directamente a levantar sus antorchas en defensa de una pose. Esta es una opinión discutible a todos los niveles, ya que hay filias de todos los sabores y periodistas de todos los colores. Pero servidor debe confesar que con este Puzzlejuice ha estado a puntito de cometer semejante delito.
Uno de mis cinco juegos favoritos del pasado 2011 es SpellTower, una sorpresa de finales de año realizada en apenas dos semanas por el desarrollador indie Zach Gage. SpellTower es un juego para iOS donde el jugador debe deletrear palabras con el dedo con el objeto de ir limpiando una torre repleta de letras, que se va llenando de forma diferente con cada modo de juego, adecuados al estilo de cada jugador. Todo envuelto en un diseño sencillo pero pulido y con una respuesta a la interacción táctil que hace volver sobre el juego. Además, Zach Gage es autor de otros imprescindibles de iOS —ya tendrán su merecido homenaje en el futuro— así que se ha ganado mi respeto y el derecho a que espere cualquier cosa que anuncie como agua de mayo. Hecha esta introducción, podrán entender cuál es mi impresión inicial frente a este Puzzlejuice.
Puzzlejuice es la personificación del concepto «batidora de ideas»: Antes de cada partida, una ventana nos avisa de tres objetivos que se pueden conseguir a lo largo de esta partida y sucesivas. Nada más aceptar el desafío, de la parte superior van cayendo una a una figuras compuestas por cuatro cubos de colores organizados de todas las formas posibles en que se pueden organizar cuatro cuadrados. Mientras organizamos el tablero y preparamos las obligadas líneas, notamos que en algunos sitios acabamos con tres cubos del mismo color de forma contigua. En ocasiones, algunos de esos cubos llevan dentro un power-up como una bomba o una esfera que congela el tiempo. Un homenaje indie a los clásicos del género, magnífico. Y todo tiene un aspecto impecable, con colores saturados, algo molón, algo hip. La sorpresa llega al hacer una línea o al tocar un bloque de cubos del mismo color. Entonces esos cubos se convierten en letras. Y, vaya, me pregunto cómo elimino esas letras: exacto, formando palabras con el dedo. Entonces es cuando alcé el brazo y pedí mi antorcha.
¡Están robando una mecánica de juego a un indie! ¡Que son indies, hombre, y todos sabemos que pasan hambre! ¿Quién es este Asher Vollmer? Un indie robando a otro indie, qué desfachatez. Por si fuera poco el delito, Vollmer es en parte responsable de aquel sosias de Braid entendido todo al revés que es The Misadventures Of P.B. Winterbottom. Aquí estaba el objeto de mi ira, un quiero y no puedo del indie que se dedica a ir a rebufo de lo que esté de moda. Para darle más fuerza a mi argumento, encendí mi 360 para comprobar si la memoria me fallaba. No, Winterbottom seguía siendo lo mismo que me había parecido la primera vez que lo jugué. Pero he aquí que apareció un globo avisándome de que se acababa de completar la descarga de la demo de Warhammer 40K: Space Marine, y mis argumentos se fueron al garete cual cabezas de orcos ensangrentadas.
Warhammer 40.000: Space Marine es uno de los favoritos de la mitad de esta redacción, y razones no le faltan: es un juego de acción que tiene la manía de hacer bien casi cualquier cosa en lo que respecta a lo jugable. Porque cuando hay que disparar se dispara como se tiene que disparar, y cuando hay que repartir mandobles, pues también. Pero al ojo crítico que lo ignora por su falta de innovación se le escapa un título que debería ser compra obligada. Y, qué casualidad, Puzzlejuice es otro de esos juegos en el que las cosas se hacen exactamente como uno espera que se tienen que hacer. Tras esta revelación era necesario mandar las poses a paseo y empezar de nuevo.
Y qué diferencia. Una vez desaparecido el odio visceral contra este pobre estudiante, uno se encuentra con un interfaz perfectamente acabado, con una continua sensación de urgencia, con un sistema que exige idear múltiples estrategias —mover fichas, organizar colores, encontrar palabras— mientras un sonido avisa de que el tiempo para continuar el combo se acaba. (Un inciso: si se les ha ocurrido jugar en un iPad con un amigo y repartir tareas, sepan que la reacción perfecta de una pantalla táctil cuando hay dos personas tocando al mismo tiempo es esta). Cuando la partida acaba por la propia ineptitud, porque te has quedado sin palabras, el cerebro queda seco de ideas pero sediento de emociones y está pensando en cómo será la siguiente. Es el mejor cumplido que se le puede hacer a un juego de este género, sea cual sea. Si además genera el suficiente interés como para repasar el intercambio de 365 emails que realizaron Vollmer y Wohlwend durante su desarrollo, descubrirán que fue el pícaro Gage quien se inspiró ligeramente en un prototipo de Puzzlejuice para sacar de la nada su admirado juego. No quiero dejar esta moraleja como punto final, así que les dejaré esta otra: compren Space Marine y tiren sus prejuicios a la incineradora.
Juego muy interesante. Hay tan poco grano dentro de tantísima paja en las tiendas para dispositivos móviles, que la labor de critica y recomendación se hace mas imprescindible que nunca. Este juego me lo apunto.
Saludos
Muchas gracias por el comentario, Francesc. Si desea encontrar más grano, no deje de pasarse por aquí.