Scarface: The world is yours
Radical Entertainment
PS2 (versión comentada), XBOX, PC, Wii
2006
Si nadie esperaba el juego oficial del Scarface de Brian De Palma cuando este vio la luz en 2006 no fue solo porque la película se hubiera estrenado casi veinte años antes, (que también, pero era la época de la repesca de clásicos relativamente añejos como Reservoir dogs o The warriors), sino porque la adaptación más fiel al espíritu y la letra ya estaba hecha, se llamaba GTA: Vice City y no había pasado lo que se dice desapercibida.
Y si hacía poco que todo todos habíamos jugado ya a un título abarrotado de armas contundentes, ropa imposible y consumo de sustancias, ambientado también en la década en la que el mundo perdió el buen gusto y encima con halo de clásico, ¿qué podía aportar el videojuego de Scarface al conjunto que no le hiciese parecer otro sacacuartos descorazonado a fans de la película y los videojuegos por igual? Pues de entrada, y no es poca cosa, una chulería genuinamente tonymontanesca que se abre sitio a codazos en cada faceta del juego, desde el sistema de combate a la personalización de accesorios. Sin la menor sutileza, a la espantada, como elefante en una cacharrería, pero elefante hortera además, de acento indescriptible, encocado de cola a trompa.
Como si el mundo (también el mundo abierto) fuera suyo.
Volver a ver hoy el Scarface de De Palma con horas de sandboxes de todo pelaje a las espaldas da una perspectiva nueva de un género que parece concebido y articulado al calor de la película. En ella está la semilla no solo de los diálogos e intrigas que han hecho grandes a los juegos de Rockstar, sino también de convenciones que hasta que uno se las reencuentra en la peli parecían propias del medio, como que la escalada de armamento corra paralela a la evolución del personaje (de una triste pistola en lo que vendría a ser un tutorial de escenario cerrado a las armas rotundas de la balasera final en la mansión). O esos escenarios tan ricos en personajes y situaciones, orientados en la práctica a servir de contexto a un protagonista cuya única manera de relacionarse con ellos es mediante la violencia y el chiste truculento. Incluso que al pobre Tony le sigan cayendo misiones de chófer y guardaespaldas cuando ya está en la cima de su imperio criminal parece un guiño a un género al que aún le queda una década larga para empezar a asomar la cabeza.
Scarface el juego apenas necesita forzar los márgenes de la película para que encaje en el molde de las mecánicas de mundo abierto, y se reboza en esas harinas con naturalidad, añadiendo elementos de aventura conversacional por aquí o de RPG por allá sin alterar demasiado una fórmula que le casa como un guante. Más bien parece atraerlas a su terreno por vías inesperadas, como una barra de “huevos” que premia toda imprudencia con un extra de temor reverencial en nuestros enemigos, o chistes de dudoso gusto (pero muy eficaces) como poder decorar la mansión con las cenizas de tu hermana y su marido, tu antiguo colega Manny. La obsesión por el dinero tiene un papel protagonista también en el juego: paranoico perdido por el miedo a ser traicionado, Tony se obliga a negociar la comisión de cada compra y venta que hace con cada traficante y cliente, cada soborno a la policía, cada ingreso en el banco. Sobre todo durante las primeras horas, Scarface es una perpetua negociación de cada dólar y centavo que cae en nuestro poder, con todo el que se ponga delante. Los porcentajes siempre son lo bastante altos como para que los fondos crezcan de forma disparatada, pero al negociar cada transacción el jugador se vuelve avaricioso hasta el punto de hacerse consciente de la diferencia entre tener en el banco cinco millones de dólares o cinco millones de dólares con diez centavos. Que luego los gastes en forrar un cadillac con leopardo es lo de menos, la cifra en la cuenta corriente es una muestra de habilidad y coraje, tanto la nuestra como la de nuestros enemigos. E importa. Puede que el mundo sea nuestro, de acuerdo, pero nos ha salido por un Congo. Y hemos sudado cada dólar.
Scarface el juego parece la prolongación natural de Scarface la película, y aunque se toma algunas libertades (la supervivencia del protagonista no es poca licencia, la verdad), traduce con extraña elegancia su extraño sentido del humor y ciertos mecanismos narrativos y de caracterización. En su estreno sus críticos le afearon que a pesar de su innegable personalidad, lo que había detrás era un poco de más de lo mismo, una derivación de GTA con algo más de encanto, pero GTA al cabo. Y no les faltaba razón, Scarface el videojuego es en realidad el mismo perro con el mismo collar.
Pero claro, es que el collar era suyo de entrada.