El primer juego de cartas coleccionable de la historia, Magic: The Gathering, ha cumplido éste verano dos décadas de existencia con un estado de salud bastante notable. Aunque el récord Guinness de cartas vendidas hace tiempo que se lo llevan los japoneses con la franquicia Yu-gi-Oh, la maquinaria de imprimir billetes de Wizards of the Coast sigue siendo un juego complejo, divertido y sesudo, además de un negocio bastante potente para su sector. Lo cual es perfectamente normal, porque el impacto bíblico y el crecimiento exacerbado que tuvo el invento de Richard Garfield en la industria del juego tras su aparición en 1993 no es algo que pueda desaparecer de la noche a la mañana.
Ducktales: Remastered WayForward PlayStation 3, Xbox 360, PC, Wii U (versión analizada)
Esto de las actualizaciones de clásicos es un ejercicio raro. Una acción no siempre comprensible, cargada únicamente de matiz comercial en muchas ocasiones y que según el caso, ofrece resultados artísticos, mecánicos y financieros desiguales. Un ejercicio raro. Siempre.
Es extraño situarte frente a un título que conoces bien, verlo de una manera diferente a como lo recordabas, jugarlo de un modo distinto a como lo jugaste la última vez que lo hiciste. Aunque el resultado final sea en general satisfactorio, el remake, la remasterización de un clásico provoca en el usuario (que ha tenido un trato mínimo con el programa en cuestión) un efecto más o menos acusado de escepticismo, desconcierto o incluso incomodidad. Yo mismo y tras pegar varias horas a Ducktales: Remastered, no consigo quitarme del cuerpo la sensación de haber estado masticando moscas. Muy negras, muy gruesas, carnosas y con un sabor muy agradable, tremendamente dulce; una experiencia que he disfrutado mucho, aunque en definitiva haya estado… masticando moscas.
Aunque a nosotros nos caigan simpáticos y les demos sección propia, los videojuegos basados en películas tienen una muy merecida fama de productos apresurados y sin corazón, encaminados sin disimulos a exprimir al fan lo poco o mucho que su paciencia aguante. Todo lo contrario que las películas caseras, parodias y machinimas, teóricas falsificaciones a las que se podrá acusar de todo menos de falta de amor por el producto original. El vídeo de hoy pertenecería al último grupo, y consistiría en una pirueta complicadísima que (agárrense) traduce al lenguaje de los 8-bits los momentos estelares de Kick-Ass, película que a su vez adaptaba un tebeo que se esforzaba lo indecible en trasladar a entornos realistas las convenciones del cómic superheroico. Con cada cruce de códigos se han ganado y perdido matices, ha habido al menos un volantazo conceptual y al final quedan tres encarnaciones muy diferentes de la misma historia, cada una con sus propios hallazgos y errores. En concreto, este Kick-Ass-que-nunca-existió tiene el mérito de seguir de la mano a la película y parecer en todo momento un producto original, el vídeo de una partida que te hubiera gustado jugar hace un par de décadas, tirado después de la merienda frente a la tele culona del salón.
Quizás porque hay algo en la historia que casa tan bien con los videojuegos como con el cine y los tebeos.
Quizás porque ningún encorbatado ha tenido que ver en su producción.
Nos encantan las guerras de consolas. Es tanto el furor que generan que hoy por hoy podemos comentar las presentaciones del E3 como quien sigue los play-offs de la NBA. Esa competitividad tiene sus raíces en el hiperconsumo que, tal y como lo definió Gilles Lipovetsky, se trata de un impulso narcisista y emocional donde generamos vínculos alrededor de un producto de consumo. La elección de consola, determinada en el pasado por cuestiones económicas o geográficas, era una forma de, en la infancia y adolescencia, determinar una identidad al crear un nexo con una comunidad concreta. Pero hoy en día muchos de esos condicionantes han desaparecido y, sin embargo, la rivalidad más en alza que nunca. Por un lado, hemos sustituido el lenguaje agresivo y competitivo del pasado por otro método de identificación: la ideología como elemento diferenciador entre consolas.
Attack of the Friday Monsters! A Tokyo Tale Millenium Kitchen, 2013 Nintendo 3DS
Cuando en el año 2000 apareció Boku no Natsuyasumi en una moribunda PlayStation One, pocos podrían haber adivinado que un juego sobre el día a día de un preadolescente durante el verano de 1975 terminaría por convertirse en la primera entrega de una muy querida serie de videojuegos. Sony estuvo ágil en comprender que este cariño espontáneo, aunque no supusiera reventar las listas de ventas, contribuía a definir cierta imagen de marca que desde luego le interesaba potenciar, por lo que a partir de entonces cada nuevo lanzamiento de la serie ha sido tratado con especial mimo, convirtiéndose a día de hoy de uno de los productos señeros de la compañía (solo en Japón, eso sí) y alzando en el proceso a la categoría de culto a su principal responsable, Kaz Ayabe, y al estudio Millenium Kitchen, quienes nunca han trabajado en ningún proyecto fuera de las aventuras estivales de Boku. No hasta ahora al menos, porque es esta misma condición de culto la que ha permitido que se lance por primera vez en Occidente —y traducido al inglés— uno de sus juegos, Attack of the Friday Monsters, una pildorita de apenas tres horas de duración que se incluye dentro de la iniciativa Guild, proyecto colaborativo impulsado por el estudio Level-5 con el que, de alguna manera, se pretende reconocer el talento individual en un medio que por naturaleza se presta poco a ello. Junto con Ayabe, diseñadores bien conocidos por su singularidad como Keiji Inafune (Dead Rising), Goichi Suda (Flower, Sun & Rain), Yoot 3Saito (Seaman) o Yasumi Matsuno (Vagrant Story) han participado cada uno de ellos con pequeño videojuegos distribuido en forma de recopilatorio físico (en Japón) o de manera individual a través de las tienda virtual de Nintendo (Occidente) y cuyo único nexo de unión está en la voluntad de todos ellos de ser “obras de autor”.
Stealth Inc.: A Clone in the Dark Curve Studios PlayStation Vita, PlayStation 3
Desde el principio de los tiempos, el sigilo ha sido una de las armas más recurrentes del hombre. Ya sea para evitar depredadores, o para evitar un familiar en estado berserker por haberlo despertado a las cuatro de la mañana por vomitar en la pared después de reventar el espejo del baño de un cabezazo, o para cazar posibles depredados, el sigilo es una de las herramientas más constantes del hombre; somos lentos, somos débiles: necesitamos pasar lo más desapercibido posibles. Después llegarán los edificios fastuosos, el desarrollo de las armas y la contaminación acústica como medio de comunicación humano básico —con ejemplo último de ello el claxon: medio de comunicación primitivo e interiorizado, el lenguaje natural de nuestro tiempo— a través del cual la idea de sigilo se tornaba en una distopía propia de analfabetos bárbaros atecnológicos. ¿Para qué asesinar sigilosamente a un enemigo si puedes lanzar doscientas toneladas de bombas de racimo con el resultado añadido de convertir una zona montañosa en un desierto de piscinas de sangre?
The Bureau: Xcom Declassified 2K Marin, 2K Games PC (versión comentada), Xbox 360, PS3 2013
Supongo que estamos de enhorabuena: los videojuegos ya son, completamente, sin atisbo de dudas, como el cine. Como ese cine en el que las corbatas meten mano, se reescriben los guiones cuarenta veces, se filman escenas adicionales a gusto del público -de qué público- y al final nadie reconoce la película. A The Bureau le pasa: ha tenido tantos cocineros y ha querido ser tantas cosas -relanzamiento, franquicia nueva, juego en la estela de– que sus dos o tres gloriosas ideas se atascan y sufren para no ahogarse en un juego que mira a demasiados dedos. Continuar leyendo «Crítica – «The Bureau: XCOM Declassified»»
Steamworld Dig Image&Form Nintendo 3DS (e-Shop) 2013
Como los videojuegos cuentan ya con varias décadas de recorrido, cada vez se oyen más voces que defienden su madurez como medio, que discuten cuántos de los títulos del año deberían figurar en los temarios escolares con el resto de vacas sagradas del Arte Moderno (™) y, de entre ellos, a cuál le corresponde ser este trimestre nuestro Ciudadano Kane del ocio interactivo. A veces esas voces suenan a pataleta de adolescente que solo pide respeto para su hobby, otras a la súplica desesperada de quien necesita que los suplementos culturales les den el visto bueno antes de abalanzarse sobre el Duty a calzón quitado. De vez en cuando se oye alguna que llega a resultar convincente, esto también ha pasado.
Aquí tengo que reconocer que la posible madurez de los videojuegos es algo que jamás me ha quitado el sueño, y sin embargo, nunca dejará de sorprenderme su capacidad para reinventarse desde los reciclajes aparentemente más humildes. Una mecánica puesta al día por aquí, un retoque en los escenarios por allá, y un solo juego puede conseguir que todo un género parezca moderno de nuevo. Como treintañero camino de la cuarentena, con entradas al viento y el colesterol por las nubes, más que el hacerse mayor valoro en los videojuegos su habilidad para no parecer viejos.
Service Games: The rise and fall of SEGA Sam Pettus Puedes comprarlo aquí
Hubo una SEGA anterior a la desarrolladora resignada a producir juegos como mínimo solventes (y a menudo francamente meritorios) que conocemos hoy. Y antes de esa otra SEGA con las que muchos nos criamos, que sentó cátedra como gigante del hardware doméstico, contendiente habitual en las guerras eternas entre sistemas y símbolo de una manera muy concreta de entender el negocio, hubo todavía una tercera que no se apoyó en sistemas propios. Antes incluso de Master System, existió una SEGA primigenia muy parecida a la actual, que se hizo un nombre a fuerza de acumular juegos como mínimo solventes. De vez en cuando, alguno además meritorio.
Cuando se habla de la debacle de SEGA rara vez se discute la calidad de sus productos actuales, que no es en general poca. Donde antes había un Shenmue ahora hay un Yakuza, Virtua Tennis sigue acumulando entregas sin bajar el listón y Sonic… bueno, ahí a lo mejor sí se puede hablar de decadencia, pero lo que están haciendo con Sonic va a tener que venir otro a explicarlo. Sin embargo, no es un nuevo Shinobi lo que más echan de menos sus nostálgicos, sino esa época en que la posición de la compañía podía orientar a la industria en una dirección u otra. Los anuncios de nuevos aparatos que sacan los colores a la competencia, los piques de patio de colegio, la media sonrisa de condescendencia frente al vecino que se tiene que conformar con cualquier otra plataforma. Esos tiempos hace mucho que acabaron para SEGA, pero quizás nadie los eche tanto de menos como el pobre Sam Pettus, cuya rabia acumulada le ha empujado a escribir este mamotreto de más de cuatrocientas páginas.
Nintendo y Sony, caiga este ladrillo sobre vuestra conciencia.
Mario & Luigi: Dream Team Bros. AlphaDream / Nintendo Nintendo 3DS
Miren cómo le lucen los ojillos a Adonías Jr. al hablar de Mario & Luigi: Dream Team Bros. Yo apenas había iniciado mi viaje por dicho juego cuando grabamos este vídeo, pero él ya se lo había terminado; por eso el pobre se corta tanto a la hora de avanzarme información sobre la historia que Dream Team Bros. tan animosamente relata. Querido mío.
El caso es que aunque no se le note, en el momento de la grabación Adonías Jr. estaba cabreado. Muy cabreado, de hecho, porque intentando acabarse Dream Team Bros, el voluntarioso muchacho se quedó atascado en varios puzles del programa, y como no encontró la solución a estos en YouTube, rápidamente decidió: «papá, quiero subir a internet mis propios vídeos de Dream Team Bros. para ayudar a la gente a completar el juego».
Al final la cosa no fue más allá de dos improvisadas pruebas de cámara que, todo sea dicho, nos divertimos mucho grabando. Aunque bien nos viene la que arriba les dejo para presentar nuestra crítica de este título, en la que ya Adonías Jr. resume perfectamente todo cuanto debe saberse sobre Mario & Luigi: Dream Team Bros.
«Largo. Está muy bien. Enemigos difíciles. Pensar. Subes de nivel. Muy guay. Risas».
Sí, amigos y amigas, en las atinadísimas palabras pronunciadas por un niño de ocho años emocionado con su juego, están todas las claves de Mario & Luigi: Dream Team Bros. Permítanme que, en un intento de extender la información que mi amado vástago ya les ha anticipado, suelte cuatro aclaratorios párrafos sobre este certero torrente de ilusión desbordada. Continuar leyendo «Especial Luigi (y III) – «Mario & Luigi: Dream Team Bros.» – Crítica»