«Donut County» — Fire in the hole

Donut County

Donut County
Ben Esposito
PC
2015

Hay un agujero en el suelo. El agujero es infinito; el agujero no es un hoyo. El agujero no tiene sentimientos. El agujero no tiene hambre, ni sed, ni sueño, ni esperanza, ni depresión. El agujero no es un ser vivo. El agujero no es humano. Hay un agujero que se mueve por el suelo, absorbiendo todo lo que se convierte en su no-superficie y haciéndose más grande cuanto más absorbe. El agujero absorbe piedras, plantas, vallas, coches, casas, rascacielos; pero el agujero no absorbe nada. El agujero no puede absorber: la gravedad lo hace por él. El agujero no es él, ni ella. El agujero no es nada. El agujero es nada. Hay un agujero, pero el agujero no es.

Esto es lo máximo que podría escribir sobre un agujero, el agujero, desde lo puramente descriptivo. Lo siguiente sería comenzar a repetirme, hacer concesiones, hablar de la soledad del agujero —de los problemas de ser un agujero—, o inventar situaciones dramáticas que un agujero nunca experimentaría. Un agujero no tiene problemas, y generarlos no es más que otra forma de personificación.

No digo que no pudiera lograrse, que un Perec, un Queneau o un Barthelme reencarnado continuara mi párrafo inicial sin añadirle ningún componente humano a la narración (ni siquiera un observador humano, lo cual es ya de por sí imposible), sorteando la prosopopeya o cualquier emoción que realmente no está ahí y solo proyectamos, moviéndose únicamente por entre la objetividad del agujero. Pero el resultado sería cuanto menos experimental, y casi con seguridad un fracaso.

Del mismo modo, no es especialmente complicado imaginar una película rodada por Malick o por Von Trier (o por Roland Emmerich incluso, si descubre al fin que ese es el porno que le gusta) que consistiera únicamente en contemplar cómo este agujero absorbe y crece y absorbe y crece en su constante movimiento por la superficie terrestre. Al final de la cinta el agujero acabaría engullendo (los agujeros no engullen) la Tierra misma, transformándose en un agujero negro. Podría servir como metáfora de muchas cosas (madurez, corrupción del poder, ninfomanía) sin explicitar nunca un lado humano, pero si la película durase más de cinco minutos su repetitividad nos obligaría a pegarnos un tiro.

Donut County nos presenta una propuesta sencilla: controlar un agujero en diferentes pantallas —que no ser ese agujero: esta identificación la hacemos nosotros, luego, no viene dada por la propuesta— hasta dejarlas vacías de contenido. No he jugado a Donut County, pero Leigh Alexander , y yo me fío de ella cuando dice que lo repetitivo de su planteamiento se convierte en una experiencia divertida, reflexiva, alegre y política. Me fío porque es Leigh Alexander, pero también porque sé que solo en el formato del videojuego una propuesta como esta puede funcionar, desarrollar un potencial a priori inexistente, y ser relevante.

De un breve relato descriptivo sobre un agujero se podría interpretar con mucha libertad una crítica a la apropiación o al consumismo, pero solo un videojuego sobre un agujero nos da facilidades para introducirnos en este contexto de forma emocional y ofrecernos una progresión. Mientras que en el relato, en la película, el agujero es el argumento mismo, en el videojuego es solo la mecánica sobre la que construimos el mensaje.

He mencionado, no solo para aparentar, tres nombres de las letras y tres de lo fílmico. Cualquiera de esos nombres se convertiría inmediatamente en destacado en el caso de llevar a cabo un experimento como este, ya fuera solo por la curiosidad viral. Sin embargo, el nombre de Ben Esposito no resuena a gran escala por estar desarrollando Donut County; el de David OReally no resonó por Mountain (sino por ser David OReally); tampoco el de los miembros de Hemisphere Games por Osmos y su acumulación de motas cósmicas; no resonó Thatgamecompany al desarrollar Flower con el único fin de permitirnos manejar el viento. Y es lógico. La de Donut County, como la de los demás ejemplos, es una propuesta orgánica, pese a extraña, para el formato videojuego. Para nada frecuente aún, pero sí natural y casi corriente al segundo siguiente de conocerla.

Un videojuego en el que controlas un agujero: «Pues vale».

No debe esto hacernos olvidar su importancia, sin embargo. Puede que una vez pruebe Donut County lo considere insignificante, fallido; puede incluso que para cuando vea la luz me haya olvidado de él. Casi seguro. Pero que exista un videojuego que no sea tedioso en el que controlas un agujero. Que exista un videojuego que no sea tedioso, en el que controlas un agujero. Que exista un videojuego, que no sea tedioso, en el que controlas un agujero. Eso. Eso es algo maravilloso y único de este medio.

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