«F-Zero GP Legend» – Sueño contigo, ¿qué me has dado?

F-Zero GP Legend

F-Zero GP Legend
Wii U
Nintendo
2015

La saga F-Zero me enseñó una lección muy valiosa cuando era pequeña: se puede ser un paquete jugando a algo, pero la diversión es la misma. En las temporadas de seguridad vial del colegio, quería que me llamaran Capitán Falcon cuando montaba en bici por el aburridísimo circuito. Y años más tarde, con un coche de la vida real entre manos, aprendí que unos fluidos verdes fluorescentes sobre la carretera casi nunca devuelven energía. Detrás de todas estas enseñanzas inestimables estaban los juegos de carreras más complicados que recuerdo, entre ellos el F-Zero X de Nintendo 64 que me hizo sentir los primeros instintos homicidas cuando aún llevaba dos coletitas por orden de mamá. Modo Principiante, los cojones.

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«Super Smash Bros.» – El baúl de los recuerdos

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Super Smash Bros.
2014
Nintendo 3DS, Wii U (versión comentada)
Nintendo

Jugar a Super Smash Bros. es como abrir el baúl de juguetes de Andy en Toy Story. Tiene montones de contenidos, más personajes, opciones de personalización y la característica que, para mí, redefine completamente la franquicia Smash como se había visto hasta ahora: los 8 jugadores de Wii U. Esta posibilidad ha traído las partidas más divertidas del año (con permiso de Bayonetta 2) a la consola de Nintendo, y sirve como buen escaparate de todas las virtudes del juego -y su versión similar en 3DS-. Al doblar el máximo de jugadores permitidos, la versión de Wii U convierte un título que ya era dinámico en algo completamente impredecible y, por lo tanto, más atractivo.

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«Tengami» – Vacaciones espirituales

tengami

Tengami
Nyamyam
iOS, Wii U (versión comentada)
2014

La contemplación de la naturaleza es uno de los pocos placeres naturales a los que los humanos industriales aspiramos en nuestros días libres. Hasta la mayor Carrie Bradshaw de la ciudad siente la necesidad imperiosa de aislarse, evadirse y reconectar con su yo interior en entornos naturales, con sonidos relajantes y, a poder ser, animales de granja. La ópera prima de los ex de Rare, Tengami, es una experiencia sensorial que entra por los ojos, baja al estómago y se extiende por los oídos y el córtex cerebral durante un par de horas de máxima paz. Muy breve, sí, pero también intenso y espiritual.

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Un verano en «Mountain» (II) – Sin control

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Mountain
2014
Mac (versión comentada), PC , iOS
David O’Rilley

Tengo una montaña que flota en medio del espacio. Mi montaña gira sobre sí misma y se resigna al paso del tiempo. Por las noches se pone meditabunda y se pregunta qué es, cómo ha llegado el invierno a ser tan vigorizante o qué significa para ella la oscuridad. Un banco, un avión y un martillo acaban de estrellarse contra una de sus laderas, pero mi montaña sigue contenta. Si toco algo de música con las dos filas de notas en el teclado, disfruta tanto que se le acelera el corazón y el tiempo pasa más rápido. Cuando el aire se acerca a mi montaña se ve obligado a viajar hacia arriba, y esas nubes a veces la recubren, generando precipitaciones y tormentas de nieve. Ahora mismo es otoño, y algunos árboles se tornan marrones mientras las coníferas mantienen su adorable color verde. Llevamos aquí solas más de diez horas.
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«Journey» es mejor que una caja de bombones

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Da gusto pasearse por Journey sin necesitar enemigos que abofetear, por una vez. Durante la mayor parte de este trayecto espiritual estamos solos ante unos escenarios abrumadores y ataviados tan solo con una túnica roja y una bufanda que resultará decisiva. Empezaremos a encontrar compañeros y será toda una alegría su compañía; desaparecerán y será toda una pérdida. En fin, la vida. En una experiencia tan trascendental como la que presenta Journey, todos los sentidos se hacen el amor entre sí, muy delicadamente, creando una atmósfera de movimiento. Esta sensación de oscilación, de elevación, capta el dinamismo de una travesía en la que se generan incluso olores y texturas. Una amiga mía siempre dice que el olor de una persona nunca se va de su lado, aunque no vuelva a verla; es el sentido con más memoria. «El alfabeto de los olores era infinitamente mayor y más diferenciado que el de los tonos», que decía Süskind en su Perfume. En este caso, al acabar Journey habremos recogido una serie de fragancias de colores que recrearán un universo sin identidad inicial al que nuestro imaginario ya sabrá dar forma y personalidad.

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Semana Bioshock Infinite: «Bioshock Infinite» y la perfección tramposa

Bioshock Infinite

Tengo varios problemas con el trabajo de Garry Schyman para Bioshock Infinite y, seguramente, ninguno de ellos sea racional. Después de encargarse de la música de series como, ojito, El Equipo A, Schyman creó con los veinte cortes para Bioshock uno de los mejores trabajos sonoros que se han hecho en la industria del videojuego. Era vibrante, dramática, oscura e innovadora y conseguía complementar al título en eso de ser algo único. Desde las profundidades del océano, Ken Levine nos traslada en esta tercera entrega a un universo en el aire, con una puesta en escena colosal y un montón de intenciones truncadas. El colorido de Columbia es un absoluto festín para los ojos, y ese aire de aparente felicidad llega a ser terrorífico de un modo que Amnesia o Silent Hill ni siquiera son capaces de acariciar. Jugar a ser George Orwell es un desafío narrativo que Irrational Games ha asumido con valentía, pero cuando los momentos musicales que mejor funcionan en el título están marcados por temas pregrabados, el riesgo del que hacía gala el juego se evapora entre las nubes.

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«Braid» y los pliegues del tiempo

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La gente ya no le dedica el tiempo necesario a los discos. Los escuchamos, pero no los conocemos. Las canciones remezcladas o el modo aleatorio del iPod, siempre fuera de contexto, se unen a la impaciencia de la portabilidad digital. Es posible que las relaciones fraternales con los discos estén cerca de desaparecer y, cuando esto pase, aunque los discos sean destruidos para siempre como en un Farenheit 451 auditivo, la música popular siempre ocupará un lugar en nuestras cabezas vacías. Es curioso ver una música cuyo uso más habitual es el de distintivo de identificación y pertenencia a una clase, y es indiscutible cómo, por muchos artículos sobre movilidad cultural que se publiquen, algunas cosas aún son Alta Cultura y otras Baja Cultura. Y de cara a la academia y la cultura seria, el pop pertenece a una forma de arte menor. Los ocho cortes que configuran la banda sonora de Braid son canciones tradicionales y ambientales de diferente naturaleza, pero no veo ni rastro de inferioridad en el título de Jonathan Blow.

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