Diseñada y vendida como un producto para niños, lo esperable hubiera sido que la primera consola de Nintendo se convirtiera en terreno abonado para franquicias de medio pelo y títulos inofensivos con los dientes limados hasta a encía. Y algo de eso hubo: Maniac Mansion con un cero por ciento de hamsters al microondas, licencias resueltas a la carrera, juegos bíblicos que empujan al Mal. De acuerdo: todos los sistemas esconden una cantidad respetable de roña, pero siendo tan descomunal el catálogo de Famicom, su volumen de despropósitos es de los que hacen isla.
Y sin embargo, es muy raro que alguien los mencione cuando recuerda los tiempos de NES. No mucho rato, porque Famicom es la consola donde nacieron Castlevania, Megaman o Final Fantasy. Hoy en Mondo Píxel seguimos repasando la herencia de la Nintendo de los ochenta. Seguimos, porque acabar parece difícil.