
Kung-Fu Master
Irem
Arcade
1984
Desde el momento en el que jugué por primera vez a esta máquina (y jugué desde muy temprana edad, oh sí), me fascinó su perspectiva perfectamente lateral, su ridículo ritmo procesional que impedía un acercamiento de los enemigos al héroe más que de frente y por la retaguardia. Sin subterfugios, sin posibilidades más allá de la frontalidad suicida o la desnuda traición absoluta (que para el espectador no es tal debido a su privilegiada posición a este lado de la cuarta pared). Esa carencia de profundidad daba al juego una honestidad que cerraba el círculo de referencias que ponían en pie su mitología iconográfica: tanto el título como la ambientación en una difusa época de la China más o menos moderna, como el título original del juego (el japonés Spartan-X, referencia al peliculón de Jackie Chan paradójicamente ambientado en Barcelona y que aquí se tituló Los Supercamorristas) como, en fin, la auténtica referencia fílmica del juego, la inconclusa y mítica Juego con la Muerte de Bruce Lee. Es decir, la honestidad de la hostia seca, ejemplificada también en las soberbias instrucciones de la versión japonesa, suavizadas en Occidente: «Rescue girlfriend – hit people».
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